Por Margite Torres P.

Matías Riccitelli, enólogo de la bodega que lleva su mismo nombre, nació en Cafayate, Salta. El vino es más que un oficio para él, es su forma de vida y se nota. Creció en un pueblo chiquito, rodeado de viñedos, ahí forjó su futuro y la esencia de sus vinos.

Conocíamos su propuesta, pero no al personaje detrás de ella. Su paso por Lima nos permitió comprobar que lo que habíamos probado es 100% honesto, un reflejo de su creador, de su estilo apasionado y de su personalidad disruptiva.

Lleva pocos años en el mundo del vino, pero ya tiene mucho que contar. Empezó muy joven haciendo pasantías junto a su padre (el enólogo Jorge Riccitelli) en Bodega Norton, Mendoza. Aprendió desde abajo el oficio, comenzó como operario. Después de lo adquirido, con tan solo 24 años emprendió su propio camino como winemaker en Fabre Montmayou, donde sumo mucha experiencia. Luego se tomó un tiempo para viajar por el mundo y hacer vendimias en varios países.

Fue juntando vivencias para armar su propia fórmula. Así decide regresar a Mendoza para volcar todo su aprendizaje y hacer sus propios vinos. En el 2009 crea su propia bodega. Desde ahí no ha parado. La bodega está ubicada en Las Compuertas, a 1,100 msnm, la zona más alta de Luján de Cuyo, donde trabaja con viñedos viejos de pie franco y elabora vinos con más frescura, color, y de buena intensidad. De ahí proviene parte de su línea de Viñedos Extremos.

Tiene una experiencia muy grande para su edad y una fe enorme en el terroir argentino, por el que apostó desde un inicio.

“Yo me formé como enólogo, quiero hacer los mejores vinos, encontrar la mejor uva, trabajar los viñedos, pero también este es un proyecto personal, lleva mi nombre; los vinos tienen que reflejar mi personalidad, las personas que hay detrás y cómo queremos contar una historia. No quería hacer una copia de una etiqueta francesa para hablar de lo nuestro. Tengo una manera de comunicar un poco más descontracturada. Mis etiquetas son una forma de comunicar que me representa, que habla de una generación, de una manera de pensar. No quiero que mis vinos sean una copia de algo. No me asusta tener una etiqueta que arriesgue porque confiamos que el vino que hay dentro, transmite lo que tiene que transmitir.”.

Su proyecto lleva solo 14 años, poco para el mundo del vino, pero su tenacidad y pasión, han hecho que elabore hasta ahora unas 40 etiquetas. Es difícil seguir el ritmo de su creatividad. Semillón, Chenin Blanc, Torrontés, Chardonnay, Bastardo (o Trousseau), Merlot, Bonarda y Malbec, son algunas de las variedades con las que trabaja. Su único objetivo. Mostrar el terroir que tiene Argentina. “Siempre he querido mostrar un lado diferente del vino y rescatar lo que tenemos como la herencia de una viticultura de más de 100 años, que nos permite trabajar con viñas viejas; busco meter un paisaje en una botella, explorar diferentes terruños, rescatar lugares que estaban olvidados”, comenta.

En fin, explorar, romper un poco las reglas y hacer vinos poco maquillados, con personalidad. Mostrar la diversidad que tiene Mendoza a través de una apuesta diferente, y en un mundo a veces un poco conservador como el del vino.

Su primer vino fue un blend de Malbecs de zonas tradicionales, de Vistalba, Perdriel y La Consulta. Fue un éxito, un anticipo de una cosecha de éxitos que no tendría techo. Se siguió elaborando bajo el nombre de Viejos viñedos en Pie Franco, un Malbec proveniente de viñas de 1930. Lo que hoy forma parte de su línea de Viñedos de Montaña.

Le sigue Hey Malbec!, un vino con el que quiso hacer algo mucho más accesible y romper esquemas. Pensó una etiqueta que llamó mucho la atención para la época. Pero que, como todo lo que hace, partió de su deseo de contar una historia. Todo parte de la bodega. Son sus creaciones y las de su equipo.

En Matías hay una gran tenacidad por explorar nuevos lugares y encontrar los mejores viñedos para expresarlos de la manera más honesta posible. Por eso, sus vinos son de poca intervención, de poco maquillaje, que expresan la acidez y frescura que la propia naturaleza les da.  

“Trabajamos con los mejores terroirs de Mendoza. Buscamos potenciar cada zona con lo que se pueda. Vamos buscando lugares con características propias, como La Carrera, por ejemplo; la zona más fría del Valle de Uco, donde por geografía es completamente diferente al resto del valle, los vientos del sur chocan y descargan lluvia, llueve mucho más. Estamos armando ahí un proyecto para vinos blancos y Pinot Noir”.

También tiene un proyecto en La Patagonia, en Río Negro, donde también busca rescatar viñedos viejos. De ahí nace la línea Riccitelli Patagonia.

Hoy sus vinos están de vuelta al mercado local con un portafolio más amplio.