Nombrado “mejor enólogo del año”, por el Master of Wine Tim Atkins, Daniel Pi concedió una entrevista exclusiva a Sommelier donde nos contó sobre algunos de sus principales aprendizajes, aportes y motivaciones, en estas últimas dos décadas de su carrera. Su importante papel como director enológico en la bodega Trapiche, no le ha restado energía para seguir innovando y continuar con su premisa de crear nuevos clásicos.
Cuando uno revisa la trayectoria profesional de Daniel Pi, es imposible no sentirse abrumado con todo lo que significa su nombre para la viticultura argentina. Sin embargo, al conversar sorprenden su sencillez y sentido del humor. Es así que cuando le preguntamos en qué etapa de su vida como enólogo se encuentra, no dudó en respondernos. “Yo realmente no me doy cuenta de que pasa el tiempo, sólo cuando me miro en las mañanas al espejo (risas)”. Y es que su energía por seguir haciendo lo que le apasiona, como cuando empezó hace 30 años, se percibe con total calma y seguridad. “Tal vez soy una persona más sabia, en el buen sentido de la palabra. No sabio de sabiondo, sino sabio de wisdom, de la voz de la experiencia. De reconocer las cosas cuando uno las ve (…) y distinguir cuáles se pueden desarrollar y cuáles son esas otras que definitivamente son modas pasajeras, cuando hoy en día lo que tratamos de construir son clásicos, aquello que permanece en el tiempo. Y eso es lo más difícil.”
Hablando de “construir clásicos”, nos cuenta que una de sus motivaciones principales para hacer vinos es la exploración de nuevos sitios más allá de Mendoza, la que él llama “zona de confort”. Consciente de que por muchos años la vitivinicultura argentina se ha concentrado básicamente en el oeste del país, con Trapiche, por ejemplo, se propuso como desafío el de hacer vinos cerca al mar, en Chapadmalal, a 1400 km. de Mendoza. “Había que dejar de pensar en el vino tinto, en el Malbec, y pensar en hacer vinos blancos en lugares totalmente distintos. Para mí ese es el desafío más importante. Siempre pensar fuera de la caja”. Y es así como a este “pensar fuera de la caja” se sumaron otras iniciativas como el rescate de pequeños productores anónimos.
Adicional a esas iniciativas, se encuentra su proyecto personal de vinos de garage, el cual comienza en el 2009 junto a sus hijos. Un proyecto que el mismo Pi describe como “más pequeño”, hecho artesanalmente y con una impronta de hechura muy típica, donde lo que busca es hacer lo que él quiere, algo más íntimo. “Cuando uno está en una empresa más grande uno hace lo que el consumidor quiere. Pero estando en este proyecto uno trata de llegar al consumidor con la propuesta de uno mismo.
Y es de este mismo proyecto de vinos de garage que nacen vinos como Tres14 Malbec e Imperfecto. El primero, surgió de un juego con sus hijos Daniela y Gonzalo, cuando les dijo que traería uvas para hacer vinos en el garage de la casa. Sorprendiéndose gratamente con un vino que no esperaba saliera “tan interesante, con bastante personalidad, que resumía un poco el valor de la familia detrás de todo esto”. El segundo, Imperfecto, un nombre que esperaba poner a un vino hace mucho tiempo, que explica una idea, casi premisa de Daniel Pi: los vinos perfectos no existen. Como él dice: “Hoy te sacas 100 puntos y mañana no los tienes. Es como un desafío.” Imperfecto es para él un vino creado de manera lúdica, pero lejos de lo pretencioso.
Pero hay algo más que destaca de Pi cuando responde nuestras preguntas. Es su interés y conocimiento sobre los mercados a los que llegan sus vinos. Perú no es la excepción. Luego de tantos años de estrecha relación comercial, hoy habla con admiración sobre lo que está sucediendo en nuestra casa a causa de la explosión gastronómica. “Hoy todo el mundo quiere estar en la lista de vinos de los mejores restaurantes del Perú. Y no sólo la gente de acá está tomando vino, sino gente de otras partes del mundo que viene a visitarlos. Es como una vidriera medio ambiciosa, todo el mundo quiere estar en los mejores restaurantes del mundo.”
Por Fiorella Garavito