El Malbec es oriundo de Cahors, en Francia. Allí se cultivaba esta variedad con la que se elaboraban vinos denominados “de Cahors” por el nombre de la región, reconocidos desde los tiempos del Imperio Romano. En el siglo XIX la plaga de filoxera destruyó la viticultura francesa por lo que el Malbec cayó en el olvido. Así, tras esta crisis, llegó a la Argentina en 1853 para mejorar la vitivinicultura nacional. A fines del siglo XIX, de la mano de los inmigrantes italianos y franceses, la vitivinicultura argentina creció exponencialmente y con ella el Malbec, que se adaptó rápidamente a los diversos terruños, desarrollándose, incluso, mejor que en su lugar de origen. De esta forma, con el tiempo y con mucho trabajo, se perfiló como uva insignia del país.
El Malbec es argentino y, a la vez, universal: sigue trascendiendo las fronteras con fuerza y se consume cada vez en más lugares y situaciones. Rico, audaz, dulce, cálido, sedoso, elegante, frutado, mineral, bebible. Sus características intrínsecas como varietal, su versatilidad, nobleza y elegancia, lo convierten en el vino elegido por todos. Pero más allá de los tecnicismos que puedan utilizarse para describirlo, el Malbec argentino es rico y, simplemente, el mundo lo disfruta con gusto.
“Con ella se elaboran desde rosados muy frescos hasta tintos de enorme estructura y, en el medio, un sinnúmero de grises que la vuelven súper versátil, dejando, ahí, su mayor diferencial”, comenta el prestigioso sommelier argentino y comunicador del vino, Mariano Braga.
Ya ven, aprendimos un poco más de esta cepa que no se cansa de sorprendernos. Recuerden que el Malbec es flexible, ni tan áspero ni tan liviano, refrescante en el paladar, comodín como pocos. Por eso que cuando hablamos de maridaje este tinto siempre se luce.
Les recomendamos algunas opciones:
- Un Malbec tradicional, de ésos que encuentras en cualquier góndola, combina de maravillas con casi todas las comidas que preparas día a día en casa: carnes de res, pollo al horno o guisos.
- Con una parrillada puedes jugártela y dedicarte algunos soles más. Un Malbec con cierto tiempo de crianza en barricas seguro tiene una nota ahumada que, a la forma de cocción, le va a quedar como anillo al dedo. Incluso puedes probar con algún blend de Malbec y Cabernet Franc, que tan de moda están hoy en día.
- Para una paella vayamos por el lado de un Malbec rosado. Los hay de a montones y todos muy buenos. Eso sí, intenten chequear en la góndola y no confundirse al momento de llevarlo con alguno dulce. Lean la cantidad de azúcar residual en la contraetiqueta, porque un rosado dulce con una paella podría ser nefasto.
- Y cerramos con un postre. Un flan con dulce de leche. Para acompañarlo podemos elegir un vino forticado a base de Malbec: un tinto cuya fermentación se corta con el agregado extra de alcohol vínico, así como si se tratase de un vino de Oporto. Hagan la prueba, la combinación es insuperable.
- Con aperitivos, es bueno con quesos duros y con corteza y con embutidos.
Redacción Sommelier