Estambul es un caos y en ese caos, el color, la cultura, el sabor y la historia encuentran sentido. Se acomodan, superan el tráfico más espantoso que hemos vivido en nuestra corta experiencia viajera (después de Bangkok) y nos acercan a un mundo maravilloso lleno de sensibilidad y magia. Estambul es para repetir y, esta vez, eso estamos haciendo.
- El Gran Bazar. Un laberinto de oro, textiles, alfombras, joyas, trabajos en cuero y cerámica. Es un indispensable y probablemente vayan a tratar de venderles los enseres a los precios más altos, sin embargo, acá hay que saber negociar. Este mundo de colores se encuentra en medio del casco viejo de la ciudad y tiene más de cuatro mil tiendas. Lo mejor es ubicarse con un buen mapa para no perderse, ya desde las afueras comienzan a ofrecerse mercancías, así que no se dejen apabullar y simplemente entréguense a la delicia de perderse entre sus callejuelas.
- El Bazar de las Especias. Este es otro de los encantadores lugares que no pueden dejar de visitar en Estambul y su origen se remonta a mediados de 1600. Es fácil marearse entre los colores de los dulces, tés y especias que se ofrecen en el camino. Se le conoce también como Bazar Egipcio o Mısır Çarşısı (junto al puente Gálata) y aquí se pueden conseguir frutos secos como dátiles, pistachos e incluso turrones que se venden por kilos, mazapanes y los extraordinarios baklavas. Lleven bolsa grande porque por lo menos van a salir con un kilo de delicatessen.
- El fine dining. A ver, si llegamos a una ciudad una de las cosas más importantes que completa la experiencia es la comida. Así que en este caso nos decantamos por una propuesta moderna, que plantea un concepto contemporáneo y explora productos locales. Así, Neolokal es el restaurante de sabores definidos que parten de la tradición y reflejan la tierra de Anatolia. Aquí la estética también es importante. El chef, Maksut Aşkar, maneja uno de los espacios con mejor vista de la ciudad y plasma en cada platillo una estética colorida, armónica y memorable.
- El Baklava. No pueden ir a Estambul y no probar un baklava. Si bien los venden en cada esquina y sus formas y variedades fluctúan, van a encontrar una gran paleta de sabores y colores en El Palacio del Baklava, un espacio de varios metros cuadrados donde hay opciones hasta de chocolate. Ahora, si buscan algo más tradicional, se pueden ir donde la familia Güllü, dueña de la pastelería Karaköy Güllüoglu (data de 1820), una de las más clásicas de la ciudad y con piezas hechas con masa filo traslúcida y elástica.
- Los Hamam. La experiencia es relajante y recomendable si tienen una mañana tranquila. El Hamam de Çemberlitaş es uno de los más conocidos y está cerca al Gran Bazar. Otra opción es el Haman de Suleymaniye, es uno de los más antiguos de Estambul (mediados de 1500), es mixto y los tratamientos incluyen masaje y lavado exfoliante.
BONUS TRACK
-
La Mezquita Azul. Su cúpula central tiene 43 metros de altura y fue construida por el Sultán Ahmed I (1609–1616). En su interior hay más de 20 mil azulejos azules provenientes de Nicea y se ilumina gracias a los 200 vitrales que la componen. Queda en la Plaza Sultanahmet.
-
Santa Sofía (Ayasofya). Construida entre el 532 y 537, es una obra maestra de arte bizantino. Su imagen, con su cúpula de 30 metros de alto, domina la ciudad y en las noches se ilumina creando un contraste mágico con el azul del cielo.
Por Paola Miglio/ Instagram @paola.miglio