BEBIDAS

“Color de rosa”: el mundo de los vinos rosados

El rosado es el vino perfecto para acompañar casi cualquier momento del día. Es bebida de acompañamiento de un buen aperitivo, pero también marida con cualquier plato. Son muy versátiles. Por eso son una buena opción para descorchar este domingo en la mesa, se acomodan a lo que vayas a servir. Desde una carne en parrilla hasta un ceviche.


 

Siempre fueron una alternativa. La capa que le cabe a los rosados nunca llevó las de ganar: vinos que hasta hace poco nomás escondían detrás de su tímido tono una cruz gigantesca que los tildaba de simplones, de flaquitos y blandengues, de una poca cosa que, si se pedía desde la barra, se lo hacía entre susurros. Decenios de elaboraciones dudosas en donde el rosé era un subproducto de los tintos y no un estilo ideado desde la viña.

Pero el mundo del vino está marcado por las tendencias, díganme si no. Y es que razones hay de a montones, pero todas desaguan en un único hecho: los rosados están de moda como nunca antes y las cifras comienzan a hablar. Con Estados Unidos a la cabeza consumidora (y bebiendo el 13% del total mundial), regiones tradicionalmente ligadas a la producción de rosé, como la afrancesada Provence, están viendo crecer desde abajo sus ventas, alcanzando cifras de crecimiento de entre el 50% y el 70% anual”.

 

 

Bebidos por el mundo

Si hubo una tendencia que se consolidó en el último tiempo, ésa fue la del resurgimiento de los rosados espumosos y también de los rincones de Francia como Tavel, Bandol y Provence que, sumados al White Zinfandel norteamericano, demuestran que existe un público creciente sensibilizado por esta fresca categoría.

Se los bebe dulces y no tanto, pero siempre fríos hasta casi escarchar, ahí en donde el refrigerador da su consentimiento para que el descorche asegure acidez y eso de beberlo de a mil copas, entre grupos de amigos una tarde cualquiera de verano. Y nada de vinos femeniles: los estudios muestran que 5 de cada 10 botellas de rosado son compradas por hombres.

 

“Francia, Estados Unidos e Inglaterra, en ese orden, encabezan la tendencia en consumo, pero son los grandes centros cosmopolitas de Nueva York, Miami, Londres y San Francisco, los que reinterpretaron al entonces desdeñado rosado para darle un lugar de privilegio sobre las tablas, quitándole contracturas a su consumo, y haciéndole un espacio en donde antes no lo tenía”.

 

El paladín de la mesa

Lo hemos dicho hasta el cansancio. Pocos otros vinos resultan tan flexibles en la mesa como un rosé. La explicación es sencilla. Al partir de una uva tinta, pero bajo un paraguas de vinificación mucho más próximo al de los blancos, el resultado es un híbrido organoléptico. Destacamos su acidez, pero los niveles de alcohol suelen ser un tanto mayores y la uva roja le da un espaldarazo importante a la estructura de boca.

Eso los transforma en grandes defensores de las preparaciones plurales, ésas en donde intervienen los sabores más mixeados que podamos imaginar. Picantes, pescados, arroces. Si nos vamos a Champagne: pato, ostras, aves, pastas y tomate, cerdo agridulce, por qué no. La realidad es que la textura que regalan las burbujas en el paladar eleva su complejidad, planteando un desafío en el que los rosados siempre superan expectativas.


INFOGRAFÍA


Por Mariano Braga


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