Por Guillermo Mendiburu
Nada describe mejor a esta bodega que la historia de una mujer que perseveró para crear vinos únicos, finos y exclusivos. Hablamos de María Luz Marin, quien se convertiría en la primera mujer enóloga dueña de una bodega en Chile y una verdadera visionaria. María pasó varias vacaciones en Lo Abarca, un pequeño pueblo del Valle de San Antonio, donde soñó tener su propio viñedo. En el 2000, plantó las primeras parras. Más tarde lograría lo más esperado, crear la Denominación de Origen Lo Abarca. Hoy, Casa Marin es conocida en el mundo como una de las mejores productoras de vino de clima frío a solo 4 kilómetros del Océano Pacífico. Sommelier conversó con ella y esto fue lo que nos dejó.
“Yo siempre pensé que había que marcar la diferencia”
“Hemos marcado un camino de más de veinte años, pero hace diez, empecé a solicitarle al gobierno que nos diera nuestra propia Denominación de Origen; costó muchísimo por ser una viña tan pequeña, pero lo logramos. Salimos con la DO Lo Abarca en el mapa del vino mundial y esto es una diferencia. Yo eso lo sabía, que la diferenciación en ese momento era importante, sobre todo ahora que hay vinos por todos lados. Es un reto mantener la calidad y el prestigio siendo ya la segunda generación a cargo de Casa Marín; estamos siempre en la mira y no podemos bajar la guardia. Eso nos hace trabajar con más dinamismo y nunca parar (…). Eso nos impulsa. Nos gusta que sea generacional, que sea pasión y que sea cariño, por eso está vivo y está latente. Nunca llegará la meta, es el camino, que es muy bonito, lleno de problemas, de soluciones y crecimiento, nunca parar de crecer.”
En 2018 María Luz fue elegida entre las mujeres más influyentes del mundo del vino por la revista inglesa The Drinks Business. Hoy, le sigue la segunda generación. Sus hijos, Felipe Marin, enólogo y viticultor de Casa Marin y Nicolás Marin quien maneja toda la parte operacional y turismo de la viña.
¿Cómo es el Sauvignon Blanc perfecto para usted? Le preguntamos. Luz María respondió. “Cuando uno consume un vino es normalmente parte de una comida, para mí las ostras son lo máximo con un buen Sauvignon Blanc, con unas ostras pequeñas, sabrosas, ¡es lo máximo!, el paraíso. Pero también es muy bueno como un aperitivo, para beberlo solo, dependiendo del estilo, pero el nuestro es un vino que llama a una segunda copa y a una tercera, que tiene estas notas cítricas, de hierbas, una acidez larga con equilibrio, elegancia y delicadeza, que hacen que sea sublime. Es algo muy rico, muy reconfortante, tomar un vino de esa categoría y que te acompañe, disfrutarlo, hasta el final”.
Finalmente, de una visionaria como María Luz, no podían faltar algunas palabras para las futuras generaciones que se acercan al vino. “El vino hay que considerarlo como una bebida que es un arte, que tiene una historia siempre detrás, hay que entenderlo. El buen vino es un cómo se hizo (…) por ejemplo, hay Sauvignon Blanc en todo el mundo, pero no se trata solo del vino, sino del lugar. Los grandes vinos vienen de un lugar (…). El vino no es como un destilado que se fabrica esté se va haciendo en la medida en que la naturaleza va entregando un producto y tú lo vas adaptando y lo llevas finalmente a una botella. Es lindo saber la historia, de dónde proviene, es un mundo, una experiencia en la medida que lo vas extendiendo: arte, cultura, historia, poesía. Siempre le digo a la gente: el vino es algo que nace, va creciendo, tiene su cúspide y después empieza a decaer, tiene una larga vida. Todo eso es lo bonito que uno puede enseñar a los principiantes, toda la historia detrás hace que la gente se empiece entusiasmar”.