Por Lee Salas – Maestro quesero
Llegó el verano, un verano distinto, más íntimo, donde tendremos que pasar más tiempo en casa y con nuestro entorno más cercano. ¿Por qué no sorprenderlos con una noche de quesos y vinos? Les voy a compartir unos consejos para que la experiencia sea inolvidable. Lo ideal es escoger una selección de cinco a seis quesos así poder incluir distintas texturas, tipos de leche, familias de queso y maduraciones. Un protocolo sencillo para que cada queso tenga la oportunidad de brillar es el siguiente:
- Llevar los quesos a temperatura de ambiente, esto dependerá de donde te encuentres, pero una vez que el queso empiece a sudar es el momento ideal para empezar a degustar.
- In Crescendo, importantísimo es el orden en la degustación. Siempre de menor a mayor intensidad para que cada queso pueda brillar e ir preparando el paladar para sabores más intensos.
- El corte de cada queso que sea del corazón a la corteza, como el queso madura de afuera para adentro, es necesario empezar por el corazón que es la parte menos fuerte hasta llegar a la corteza que es la parte de más intensidad.
- Para armonizar, los vinos espumantes funcionan muy bien por su efervescencia y elegancia. La acidez en los blancos nos ayuda también a cortar la grasa en el queso y equilibrar los sabores lácticos. Los tintos, donde sobresale la fruta, acompañan muy bien los quesos de mayor maduración y los vinos fortificados equilibran lo salado, picante y potente de la familia azul.
Mi tabla perfecta para el verano:
– Camembert de Normandie (Francia)
– Taleggio (Italia)
– Bonde du Poitou (Francia)
– Manchego curado (España)
– Comte (Francia)
– Stilton (Inglaterra)
Lo ideal es acompañarlo con frutos secos, dátiles, membrillo y tal vez algo de miel para los azules. Recuerden que lo que queremos degustar son los quesos así que evita demasiada azúcar. Un promedio de 150 gramos en total de quesos por persona y las cortezas si se pueden comer.